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Ciudadanía

Yo estoy con los elefantes

Parecía un particular annus horribilis pero no se trata solamente de eso: la Casa Real española ha perdido el contacto con la realidad. No es la ciudadanía la que se aleja de ellos sino al revés. Ir a cazar elefantes a Botswana no sólo es inoportuno, es profundamente obsceno. Por la imagen de ociosidad y lujo innecesario, pero por lo poco que ello se compadece con la creciente sensibilidad de respeto a los animales que existe, más aún en el caso de los elefantes, crecientemente percibidos como gente sensible y prudente.

El accidente del hijo de la infanta Elena parecía el resultado de una pifia insuperable, pues no se lleva a un niño de 13 años a hacer prácticas de tiro. Porque no es legal, y el entorno real debe cuidar al máximo este tipo de formas, pero también porque la sensibilidad social actual no asocia la caza con un estilo distinguido a lo gentleman farmer inglés sino con lo que hemos visto en películas como La escopeta nacional o, peor aún, Los santos inocentes. El admirado Miguel Delibes argumenta magistralmente sus razones para cazar, pero una voz en mi interior que no puedo acallar me dice que dañar seres sintientes es inmoral. A un niño, por real que sea, se le enseña a implicarse en actividades culturales, de ocio creativo, y de respeto a la naturaleza, como los miles de niños españoles que hacen lo propio en las escuelas.

Aun y así, escribí un texto en Facebook en el que me oponía a la burla que se ha hecho de tal accidente. Lo reproduzco aquí:

«Me molesta, me escandaliza, me subleva, me repatea los hígados que el accidente del niño Froilán de pie al cotilleo de escarnecimiento de la familia real española. No soy monárquico y ni siquera juancarlista sino republicano, pero creo que existe una ética ciudadana precisamente republicana que marca límites que no se deben traspasar. Y es ética republicana creer que todo ser humano es hijo de sus actos y no de lo que sus ancestros representan. Los choteos y coñitas sobre el niño, la monarquía, la dinastía borbónica y los disparos de escopeta son sencillamente repugnantes y punto. Este niño no representa nada ni a nadie, le ha tocado nacer en una familia determinada como a cada uno de nosotros la nuestra. No tiene edad para ser símbolo de nada y debe ser objeto del respeto y consideración que deben merecer todos los niños. Pensar lo contrario es creer que en la revolución de Octubre fue lícito fusilar al zarevich con toda la familia Romanov.

El clima de desazón que vivimos en medio de la actual crisis y las consiguientes actuaciones irresponsables de gobernantes y poderosos está haciendo que surja de entre las clases populares una actitud profundamente inmoral, de la que ellos también deben hacerse responsables. Las inconscientes alusiones a la respuesta violenta, más o menos en broma, es una muestra. Convive todo ello con otro producto cultural de la izquierda, el pensamiento políticamente correcto que conduce a la sobreprotección de la infancia, y he ahí que los mismos círculos que se ríen con el tirito de marras pueden ser los mismos que hayan pedido la retirada de Shin Chan de las pantallas de televisión; creo que me explico.

Estamos regresando a cierta mentalidad española de los años 20 y 30, basada en el desprecio y la reacción agria. A ello ayuda un nuevo anticlericalismo que, por una parte, viene propiciado por las actitudes ultras de gran parte del episcopado español pero que no se justifica dada la nula influencia que el clero tiene hoy en nuestra sociedad. Pero a esa mentalidad española de los 30 le gusta el desplante y el exabrupto bocazas. Es una muestra de un populismo que suele pasar por izquierdismo pero es en realidad la herencia de un carácter incívico de la mentalidad populachera del 1808, vivan las caenas y que vuelva el rey felón. Pasado por una supuesta cultura obrera que es falsa porque los padres de los obreros siempre nos habían enseñado a ser educados, y no como los aristócratas o potentados, despreciativos y groseros. A todas luces nuestros padres fracasaron, pues hemos adoptado los peores modos de despecho y desprecio de los pudientes, y los hacemos pasar por crítica y protesta».

Lo del elefante es otra cosa. Antoni Gutiérrez-Rubí explica muy bien lo profundamente inoportuno que resulta ese suceso. Lo curioso es que en España no existe actualmente un estado de ánimo republicano que sea políticamente significativo. Pero el juancarlismo sentimental y práctico que hemos vivido se está disolviendo muy rápidamente. Los jóvenes ven en la monarquía como institución algo obsoleto, y ahora comenzarán a verla como algo perjudicial. No tendría que ser forzosamente así, pues olvidamos que los países donde se ha realizado más a fondo el estado del bienestar propuesto por el socialismo democrático han sido monarquías, como los países nórdicos, Holanda e incluso el Reino Unido, con un movimiento obrero y un partido socialista potentísimos. La juventud española, en todo caso, no es juancarlista ni por pragmatismo. Nadie se ha tomado la menor molestia de hacer que eso pudiera ser distinto, ni siquiera el príncipe Felipe.

Y encima, Juan Carlos es presidente de honor de World Wildlife Fund España.

Hace tiempo publiqué en mi antiguo blog un artículo sobre la verdadera naturaleza de los elefantes, que hoy es muy oportuno reproducir aquí.

Anoche soñé con elefantes, en lugar de soñar con la hipoteca, como todo el mundo. Me pasé el día pensando en ellos. Cada día me atraen más los animales y las plantas, pero ello no es fruto de mi mayor conocimiento de las personas. El problema de los movimientos animalistas es que llegan a hacerse antipáticos con esa actitud que décadas antes hallamos en el feminismo, más recientemente en ciertos sectores gay y, en el siglo XIX, en el movimiento obrero: el sectarismo dogmático. Pero los animales son los más débiles ahora, testigos mudos de una amenaza a la biodiversidad

¿Mudos, he dicho? Nada de eso. Los elefantes tienen un sistema de comunicación altamente desarrollado en el que intervienen todos sus sentidos, más una habilidad especial: comunicaciones enormemente eficaces y sofisticadas mediante sonidos de baja y alta frecuencia, nada menos que entre los 5 hz y los 9.000 Hz. Son capaces de emitir notas que abarcan ¡10 octavas! Los elefantes cantan, pues.

Son, en cualquier caso, los seres vivos con el cerebro más grande, con su proverbial memoria prodigiosa. Animales dotados de un intensísimo sentido social, ponen todas sus habilidades al servicio del grupo, cuya lealtad está por encima de la propia vida. Y ostentan verdaderos valores familiares como la solidaridad y compasión con los enfermos, los ancianos y los bebés, enternecedoramente mimados por toda la familia. Su eficaz sistema de comunicación está puesto al servicio no sólo de la supervivencia social y grupal sino de la socialización. Un elefante puede reconocer la voz ultrasónica de otro congénere hasta a 2,5 km de distancia, y puede detectar colegas a 10 km a la redonda y calcular la distancia a que se encuentran. Reconocen a los humanos y distinguen no sólo si son de uno u otro sexo sino si son peligrosos para ellos o no.

Cada vez estoy más convencido que nos aproximamos a un cambio de paradigma que no solamente será científico sino cognitivo. Hoy hablaba con mi profesor de antropología cultural, Albert Chillón, y le decía que más allá de la biosfera del planeta, lo que está en juego es su noosfera: la “atmósfera” de conocimiento, comunicación y conciencia que no nos viene dada sino que desarrollamos por nuestra voluntad y responsabilidad. Así, la ética adquiere una nueva dimensión: nuestros actos deben transformar la visión del mundo que tenemos, y esa visión hacerlo evolucionar en su conjunto. Un nuevo paradigma cognitivo para un mundo nuevo debe incluir necesariamente a los animales y a nuestra relación con ellos.

Pienso en los tiempos antiguos, en las visiones totémicas y las culturas chamánicas, y todo cobra nuevo sentido. Nuestra relación paternalista y proteccionista con los animales es simplemente la otra cara de nuestra actitud utilitarista y explotadora hacia ellos. Necesitamos tótems que nos enseñen a mirarnos en sus valores idealizados, necesitamos ir al encuentro de ese punto de sabiduría primigenia en el que la idea arquetípica que se halla tras su existencia nos inspire y guíe.

Joyce H. Poole, científica experta en animales y directora del proyecto Elephant Voices me sacudió ayer, cuando pensaba en estas cosas, desde una entrevista publicada en La Vanguardia. “Un elefante anciano recibe el respeto y la reverencia del grupo. Pero lo que me fascina de los elefantes es su soldiaridad, su compasión, su espíritu de equipo y de familia y su enternecedora fidelidad”, dice. ¿Estamos realmente en condiciones de infravalorar estas cualidades encarnadas en seres vivos, desde nuestra pretendida superioridad cognitiva e incluso metafísica?

Los elefantes son buena gente, “ojalá todos fuéramos como ellos”. Quizás disfrutaríamos realmente, pues “en la boda (de una pareja de elefantes) participa toda la familia (pues) las grandes elefantas matriarcas dirigen la manada familiar (…) hacia los sementales (y) cuando al fin se produce la unión con el dominante, la cortejada emite un ultrasonido específico que puede captarse hasta en 10 kilómetros a la redonda. Y entonces se monta lo que los zoólogos denominamos pandemónium de elefantes. (…) ¡Vaya juerga! Acuden elefantes de varias familias. Se baila, se canta, se tocan… ¿Puedo ser más específica? Pues se practican curiosísimos juegos de excitación mutua y con semen y tierra que suelen acabar en duchas colectivas. ¿Sigo?” La doctora Poole ha tenido, pues, el privilegio de ver el baile de los elefantes, durante años considerado una simple leyenda. Los elefantes cantan, bailan, aman y son buena gente. Pediré el elefante como totem.

Antes de leer la interresantísima información de Elephant Voices, leer esta introducción: Los elefantes no necesitan teléfono.

El gran Rudyard Kipling puso al elefante en uno de los sitios de honor de su Libro de las tierras vírgenes: el poderoso y leal Hathi. Pero también escribió un maravilloso cuento sobre el baile de los elefantes: Toomai el de los elefantes.

La idea de ilustrar este post con la imagen de Babar, el rey elefante, me la ha dado mi amigo Bienve Moya en su Facebook.

Acerca de gabrieljaraba

Periodista, escritor y profesor universitario. Investigador de Internet.

Comentarios

3 comentarios en “Yo estoy con los elefantes

  1. Pues a mi matar al zar y toda su familia me parecio estupendo.Teneis que entender que en 1917 la monarquia tenia un gran valor simbolico.Si matas al padre y dejas a los hijos los ejercitos contrarevolucionarios monarquicos y los invasores extranjeros tendrian un titere para colocar en el trono.
    El problema de las apelaciones a ese «civismo» izquierdista no es otro que el propio concepto de izquierdista.Cuando la izquierda deja de significar nada,una burda palabra de gente aburguesada que no pretende transformar la realidad pues pasa lo que pasa.Izquierdas o derechas no,capitalismo o anticapitalismo.
    Si el capitalismo es la explotación del hombre por el hombre,es injusto y aun por encima es inviable en un mundo con recursos finitos y conducira a la humanidad al desastre, combatirlo es un deber.
    Asi que no se porque tenemos que andarnos con medias tintas como si fueramos unos vulgares socialdemocratas traidores.Solo hay que ver donde ha acabado la socialdemocracia cuando a los amos del dinero ya no les resulta util.Una cochambre que cada dia se parece mas al partido democrata estadounidense

    Publicado por Luis | 14 Abr 2012, 6:38 pm
    • Tu opinión se justificaría en 1917. En 2012, después de haber transcurrido la historia también por el gulag y los campos del silencio, sería conveniente sacar algunas conclusiones de todo ello. Se supone que somos partidarios del materialismo histórico, al fin y al cabo. La alternativa al capitalismo no es el «anticapitalismo» sino el socialismo. Y para avanzar hacia él necesitamos también a los socialdemócratas. El tiempo de los «socialtraidores» es otro, y ellos podrían echarnos en cara el pacto Molotov-Von Ribbentrop, por ejemplo. Estamos de lleno en una sociedad compleja en que esas simplificaciones simplemente no son operativas.

      Publicado por gabrieljaraba | 14 Abr 2012, 8:58 pm

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  1. Pingback: República y elefante: falta de sensibilidad y sentido en las instituciones y la prensa « Gabriel Jaraba - 15 Abr 2012

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BIENVENIDOS A MI BLOG

DR. GABRIEL JARABA
Doctor en Ciencias de la Comunicación y Periodismo.

Soy un periodista senior en ejercicio desde 1967, con experiencia en prensa, radio, televisión e internet. Me dedico a tareas académicas y de activismo social como Doctor en Ciencias de la Comunicación y Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona. Actualmente sirvo como profesor en esa Universidad; en la Cátedra Internacional UNESCO Unaoc UniTwin de Alfabetización Mediática y Diálogo Intercultural, la Cátedra UNESCO de MIL para el Periodismo de Calidad, la Cátedra RTVE-UAB para la Innovación de los Informativos en la Sociedad Digital y en el Gabinete de Comunicación y Educación de la UAB.

Soy analista de la información y los medios en la Fundació Periodisme Plural y escribo en el diario Catalunya Plural. Hago investigación en comunicación, en redes sociales de internet y en humanidades digitales. Elaboro métodos de impulso de la creatividad y de gestión mental.

Autor de los libros Periodismo en Internet (Ed. Robinbook); Twitter para periodistas (Ed. UOC); Youtuber (Ed. Redbook) y ¡Hazlo con tu smartphone! (Ed. Redbook) y coautor de otras obras sobre comunicación y educación.

Como ciudadano promuevo el apoyo a Naciones Unidas en la perspectiva de Una Sola Humanidad, como colaborador de la ONG internacional World Goodwill – Buena Voluntad Mundial.  Soy miembro de la European Transpersonal Association y del Institut de Psicologia Transpersonal de Barcelona. Propongo un universalismo inclusivo basado en el humanismo y desde el catolicismo que ejemplifica el papa Francisco, y soy feligrés de la parroquia de Santa Anna.

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SOY PROFESOR E INVESTIGADOR EN:

CATEDRA UNESCO DE MIL Y PERIODISMO DE CALIDAD

GABINETE DE COMUNICACIÓN Y EDUCACIÓN UAB

Profesor e investigador

UNIVERSITAT AUTÒNOMA DE BARCELONA

MASTER EN COMUNICACIÓN Y EDUCACIÓN

MENTOR

CERTIFICACIÓN PROFESIONAL EUROPEA EN PSICOTERAPIA Y PSICOLOGIA TRANSPERSONAL

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