«Pues si. He visto algunas imágenes de televisión aquí en el hotel y realmente es impresionante… este estadio de fútbol en el que se va a despedir a… a… Mandela, pues es el estadio dónde España además se proclamó campeón del mundo en su día frente a Holanda de fútbol (sic) no? Eh… con lo cual pues es realmente un momento muy bonito y muy emocionante y es uno de los… el lugar es más emblemático por estas razones de Sudáfrica y lo será más en el futuro, después del acto de hoy».
Estas declaraciones de Mariano Rajoy referentes a la ceremonia de homenaje a la memoria de Nelson Mandela llevan de cráneo a la parroquia indignada y a la como mínimo mosqueada. El presidente del gobierno de España hace con ellas un ridículo sideral y cierra el círculo abierto en Buenos Aires con la infausta asimilación de la marca españa a las variedades cafeteras. El personal se ha apresurado a manifestar que Rajoy es un perfecto imbécil, como lo hace Albano Dante en Cafè amb llet:
«Porque el funeral de Mandela no era un acto complejo políticamente, nadie esperaba que dijera nada relevante y no había presión periodística alguna. Sencillamente un periodista puso el micrófono abierto a un imbécil y éste se comportó como tal: como un alelado. Como un falto de razón».
Un servidor discrepa respetuosamente de tal apreciación. Y ello porque a todos estos les conozco como si les hubiera parido: son los hijos y los nietos de aquellos que convirtieron nuestra patria en un cuartel primero, un lodazal después y un erial moral más tarde. En dos años han puesto el estado del bienestar patas arriba, la democracia boca abajo y la convivencia del revés. Les quedan todavía dos años más para cargárselo todo, y eso no se consigue únicamente (aunque también) con estupidez.
La extemporánea declaración de Mariano Rajoy tiene un motivo y un sentido. Estaba dirigida al sector de su partido, electorado y entorno presionante (aún) más escorado a la derecha, que es al que viene prestando más atención últimamente. Se sentía obligado a desmarcarse del clima general del acto, surgido de la inspiración fructífera que la figura de Mandela suscita. El apretón de manos entre la presidencia estadounidense y el liderazgo de la revolución cubana ha sido una imagen tan sensacional que esa fotografía pasará a la historia contemporánea, precisamente asociada a lo que el gran reconciliador de la Sudáfrica postaparheid y presidente moral del mundo ha conseguido. Con esa altísima tensión, ¿cómo situarse frente a los más bestias de los tuyos, arrastrado por la estela que marca ese negro comunista, ex guerrillero, preso político, estadista y decidido partidario del levantamiento de los parias de la tierra? Haciendo un desmarque total pero no en lenguaje político-ideológico –que podía haber sido absorbido por la corriente del momento y el lugar por radical que fuese, como le sucedió a Raul Castro– sino con el lenguaje chorra y pijo, desganado y relativizador, propio de la casta tontainomalévola especializada en arruinar bancos (véase ese modelo expresivo-comunicacional en Cristóbal Montoro).
De modo que Rajoy no se ha expresado como un imbécil sino como un sofisticado comunicador político que sabe cómo dirigirse a los suyos, sabe donde se tiene que sitúar y de qué se debe desmarcar, y sobre todo sabe a quien sirve. Cuidadín con los dos años más que (como mínimo) le quedan.
Otras cosas pero por el mismo camino:
He escrito un artículo sobre el significado de la construcción del liderazgo global de Nelson Mandela, La religión de Mandela, en La Luz Digital, revista de la Iglesia Española Reformada Episcopal.
Estamos enfadados, pero no lo bastante. Carol Galais, en eldiario.es. «En este artículo sobre la evolución del enfado político en España, la autora afirma que la gente está más atemorizada que enfadada. Las malas noticias nos tienen amedrentados y somos capaces de sacrificar nuestra libertad por la ilusión de la seguridad aunque apenas quede nada que proteger. Además, las formas de participación política más costosas vienen sufriendo el desgaste del miedo. Y los gobiernos, lo saben».
(Fotografía: Los presidentes Obama y Castro, dándose la mano en el homenaje a la memoria de Nelson Mandela. Reuters).
Y Ted Cruz supo dirigirse a los suyos tambien al salir del estadio cuando Raul Castro daba su mensaje después del encuentro de Obama con Raul. Perdonales…por que saben lo que hacen.
Si, querida Sarabeth, lo saben perfectamente. Pero la foto del señor presidente con Raul Castro es ya una pieza histórica y un signo muy fuerte. Parece una bendición, «his soul goes marching on».
No es por nada, pero he consultado el signifcado de Imbécil por el RAE, y tal como se ha expresado en sus declaraciones en el entorno en el que se encontraba, y como representante de una nación, se puede afirmar, sin dudas, que entra dentro de dicho significado.
En este caso, no estoy de acuerdo, para nada, que «es un sofisticado comunicador». De eso lo hemos visto y oído ya en diferentes ocasiones, y queda demostrado ante todos, que no representa a todos los españoles, solo a los suyos, y confirmado según este criterio, pues tal como dice Vd. «que sabe cómo dirigirse a los suyos».
Nos olvidamos que se debe de dirigir a todos, pues representa a España. Una verdadera lástima-
Debería dirigirse a todos pero sólo lo hace a los suyos, siempre. Y sabe como hacerlo; es pes un gran comunicador. La eficacia de la comunicación se mide por la egicacia en la recepción: le votan, y en cantidad.
Benvolgut Gabriel,
Crec que tens raó…Rajoy no és imbècil. Ara bé, tampoc crec que es tracti d’una estratègia volguda de cara als seus electors o al sector més dretà del seu partit. Simplement és l’expressió natural de la cultura dominant («dominant» per majoritària, sortosament encara no total) . Salut.
Es possible, Enric. Però el cert és que totes les accions de Rajoy en les últimes setmanes estan dedicades a la seva ala dreta, per això ho deia. Però, esclar, la cultura dominant és el referent.
Espero que al ‘tontainamalevolo’ no le dejemos llegar al final. Mi opinión es que es un obediente ambiciosillo, envidioso-revanchista, que sólo piensa en la paga que le va a quedar de por vida y el «lustre» que podrá usar. Paeso está! Un mequetrefe!
Es exactamente como dices, Toni. Gracias por el comentario.
Le felicito por el tono general del artículo pero discrepo en la sobreestima que hace de nuestro Presidente de Gobierno. No lo calificaria de imbécil , como Albano Dante, pero valorando sus declaraciones , especialmente en esta etapa como Presidente , recuero la salida refiriendose a la climatologia cuando fué interpelado sobre la repercusión de la sentencia del Tribunal Internacional , tumbando la retroactividad de la Doctrina Parot ,creo que , sin animo de ofender , se le podría calificar de idiota moral, descripción de una serie de individuos que pasan por la vida como la luz a través del cristal , sin inmutarse ni preocuparse por la consecuencia de sus actos, sin malicia ni mala fe pero de un extremo peligro cuando ocupan , por azares de la vida , puestos de gran responsabilidad.
Ciertamente Rajoy es un idiota moral. Pero ello no quita lo demás: taimadamente eficaz en la persecución de sus objetivos. No le sobreestimo, simplemente constato una cualidad (o anticualidad) que se suele confundir con estolidez y es todo lo contrario.
Como decía Emilio Duró, “Cada uno tiene la cara que se merece; el que tiene cara de tonto es tonto” y «No hay nada peor que un tonto motivado».
Entiendo el mensaje de Gabriel Jaraba, y es una opción que no descarto, aun así el autor coincidirá conmigo en que muchos de nosotros sufrimos de vergüenza ajena con nuestro Presidente. Simplemente porque mucha gente en el extranjero (entre los que se hayan amigos, compañeros y familiares) no tienen porque conocer exactamente la situación política de nuestro país, y puedo asegurar que la única impresión que les queda es la de que Mariano Rajoy es un auténtico imbécil.
Saludos cordiales.
Esa sensación de vergüenza es compartida, por supuesto. Y la impresión de imbecilidad es auténtica. No es incompatible ser estúpido y taimado a la vez.
Desde luego, si tienes razón, vamos aviados don semejantes personajes.